La imagen que te comparto representa perfectamente un dilema al que se enfrentan muchas personas en los procesos de coaching ejecutivo: han identificado que algo no marcha bien, pero prefieren no «abrir la puerta» por miedo a enfrentar las consecuencias, es decir, al temor de que los platos (representando situaciones o conflictos) caigan y se rompan. Esta metáfora refleja la tendencia humana a evitar problemas o decisiones difíciles, permaneciendo en una zona de confort que, si bien puede ser segura a corto plazo, limita el crecimiento y el desarrollo a largo plazo.
En un proceso de coaching ejecutivo, el «abrir la puerta» implica tomar acción directa sobre aquello que sabemos que nos está frenando. Es una invitación a enfrentar los problemas de manera proactiva, sin posponer decisiones importantes. Cuando no lo hacemos, terminamos trabajando por debajo de nuestras capacidades, aprovechando sólo una parte de nuestro potencial. Es más cómodo mantener el statu quo, incluso cuando no nos satisface, que correr el riesgo de romper algunos platos. Muchas personas prefieren el “Virgencita, que me quede como estoy” antes de afrontar la posibilidad de cambio, ya que el miedo a las consecuencias tiende a ser mayor que el deseo de transformación.
Sin embargo, al evitar abrir esa puerta, dejamos de acceder a recursos y oportunidades que podrían mejorar significativamente nuestro desempeño profesiopnal y nuestra productividad. Sí, es cierto que algunos platos pueden romperse en el proceso, pero otros permanecerán intactos y estarán disponibles para su uso. De hecho, muchos de los recursos con los que contamos actualmente no son del todo efectivos porque no están hechos para el propósito al que los estamos destinando, lo cual limita nuestro desempeño, pues no podemos acceder a los que realmente son adecuados, los que están tras la puerta. Por eso, el verdadero reto es dejar de enfocarnos en el miedo a los platos rotos y pensar en los recursos que estamos dejando de usar por temor al cambio.
El coaching ejecutivo nos ayudará a reconocer que, aunque el riesgo de la pérdida existe, también hay una oportunidad significativa de mejorar y crecer con los recursos que sí quedan. La clave está en decidir abrir esa puerta, enfrentarse a la situación y utilizar lo que realmente nos potencia, en lugar de conformarnos con herramientas y estrategias que no fueron creadas para lo que las estamos usando.
¿Te identificas con la imagen? Si es así ¿qué vas a hacer?