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RESPUESTAS SENCILLAS A PREGUNTAS COMPLEJAS: LA CONFIANZA EN EL PROCESO, TÚ PROCESO…

REFLEXIÓN DE LOS LUNES.


Es un error común pensar que una pregunta compleja o poderosa exige necesariamente una respuesta igualmente complicada. En realidad, muchas veces la solución más efectiva, la más transformadora, es la más sencilla. Pero esta sencillez no es casual; es el resultado de un proceso bien llevado, donde se han despojado los adornos innecesarios para llegar al núcleo del problema.


Si desde el inicio anticipas que el camino será doloroso, complicado o inmanejable, tu mente y cuerpo se prepararán para enfrentar un desafío que tal vez no exista en esa magnitud. Este enfoque no solo genera resistencia, sino que también limita tu capacidad de ver las soluciones simples que tienes frente a ti.

Aquí es donde entra la importancia de confiar en el proceso. Alguien me dijo una vez: «Confía en el proceso«, y esa frase se convirtió en una brújula. Confía en que las preguntas que te haces tienen un propósito. Confía en que, aunque el proceso de reflexión y acción pueda parecer enredado al principio, tiene el potencial de desenmarañar lo que realmente importa. Confía en que el coaching, al enfocarse en lo esencial, te ayudará a tomar decisiones claras y efectivas, sin importar cuán complicado parezca el punto de partida.

«CONFÍA EN EL PROCESO«


Las preguntas complicadas no son el problema; el problema es la actitud con la que enfrentamos el proceso para responderlas.


Si decides abordar estas preguntas con una mente abierta y confiada, la claridad llegará. Y en esa claridad, descubrirás que las respuestas, muchas veces, son mucho más simples de lo que habías anticipado.


Por eso, te lo digo ahora: confía en el proceso. Permítete explorar, cuestionar y descubrir sin prejuicios. Porque lo que parece un laberinto lleno de giros inesperados puede terminar siendo un camino directo hacia la solución que necesitas.


¿Estás dispuesto a confiar?

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¿Adónde voy?
Una pregunta incómoda pero necesaria

A lo largo de mi carrera, he tenido muchas conversaciones con profesionales del derecho que, probablemente como tú, se han enfrentado a momentos de duda e incertidumbre. En estas charlas, me han compartido experiencias que se repiten más de lo que imaginas. Uno de ellos, por ejemplo, me confesó no estar seguro de si realmente disfrutaba su trabajo o si lo que sentía era simplemente el peso de un desgaste acumulado. Me dijo que, en ocasiones, no le gustaba cómo era cuando trabajaba: cómo reaccionaba, cómo se relacionaba con los demás, cómo parecía perderse en el camino. Y luego, compartió una frase que resuena con muchos otros profesionales: «No sé a dónde voy» .

¿Te suena familiar? Si es así, no estás solo. Muchos profesionales visionarios como tú, que día a día resuelven problemas complejos para sus clientes o diseñan soluciones para desafíos aún inexistentes, de puertas para adentro se sienten perdidos.

Hay un ruido de fondo constante, un malestar que aparece en los momentos de silencio: en casa, en el coche, en la cama. Ese ruido de fondo, casi imperceptible durante la vorágine del día a día, cobra fuerza cuando la actividad cesa. Es entonces cuando aparecen las preguntas, las dudas, la incomodidad de no saber si el problema está en lo que haces o en cómo te sientes mientras lo haces.

¿Te has detenido a escuchar ese ruido?

Ese ruido de fondo puede pasar desapercibido porque el ruido ambiental del trabajo lo solapa. Pero cuando el ruido ambiental baja, el de fondo emerge con fuerza. Si no lo escuchas, no lo analizas y no lo gestionas, puede llegar a un punto en el que se vuelva insoportable. Y cuando eso pasa, las consecuencias pueden ir desde el insomnio hasta una disminución en la calidad de tu trabajo y, en algunos casos, incluso en tu autoestima.

A veces, en conversaciones de coaching, mis coachees me dicen que culpan a su trabajo de cómo se sienten: “Es el trabajo lo que me está afectando”. Entonces les pregunto: ¿De verdad es el trabajo? ¿O es cómo te sientes cuando lo haces?

¿Te has detenido a reflexionar sobre esto?

Sé que detenerte puede parecer imposible. Me lo dicen todos: “Fernando, es que no tengo tiempo”. Y yo siempre respondo con números:

  • Si trabajas 10 horas al día durante 22 días al mes, eso suma 220 horas al mes.
  • Si dedicamos 45 minutos a la semana a una sesión de coaching, eso son 3 horas al mes.

Haz las cuentas: eso es apenas un 1,36% de tu tiempo mensual.

Entonces, te pregunto: ¿puedes dedicarte un 1.36 % de tu tiempo para detenerte, analizar, identificar y gestionar ese ruido de fondo? ¿Puedes permitírtelo para tomar el control y encontrar respuestas?

La mayoría de mis coachees, después de pensarlo, responden: “Creo que sí”. Y es ahí donde empezamos a trabajar juntos, no para que yo te dé respuestas, sino para que te ayude a apuntar tu propia linterna hacia esos lugares incómodos, pero llenos de posibilidades.

Porque si no sabes qué es lo que realmente te incomoda, ¿cómo vas a solucionarlo?

Y tú, ¿qué harás con ese 1.36 % de tu tiempo? ¿Seguirás intentando enhebrar aguja e hilo cabalgando al galope sin detenerte? Quizás hoy sea el momento de parar, reflexionar y preguntarte, de verdad: ¿a dónde voy?

¿Cuándo es tu momento?

¿Estás esperando el momento perfecto? Te entiendo. A veces creemos que llegará con un gran anuncio, con señales claras y contundentes, pero la verdad es que el momento justo puede ser ahora, mientras lees esto, o quizás dentro de 5 años, en un instante en el que el ruido de fondo te haga detenerte y recordar estas palabras.

Las oportunidades nacen cuando tienes claro que no estás sólo en este camino. Porque cuando ese momento llega —hoy, mañana o en una década— es esencial que seas consciente de que tienes a tu disposición un activo valioso, un socio estratégico, que soy yo. Estoy y estaré aquí para ayudarte a construir ese instante clave y convertirlo en un punto de inflexión.

Tu momento no está condicionado al tiempo, lo está en las decisiones que tomes.

Hasta luego, nos vemos en TU momento.