Si hay algo que un abogado o abogada no puede permitirse es proyectar desorden, imprecisión o improvisación cuando comunica. En el ejercicio de tu profesión, donde cada palabra cuenta y cada argumento tiene peso, la forma en la que transmites tus ideas puede ser la diferencia que hace la diferencia entre generar confianza o sembrar dudas.
Sabes bien que, en el día a día, las conversaciones pueden divagar. A veces, en una reunión con clientes o con tu equipo, surgen temas que poco tienen que ver con lo esencial. Y eso está bien, porque la espontaneidad también es parte de la comunicación. Pero hay otros momentos en los que lo que tienes que decir es clave, donde cada palabra debe estar medida, donde el mensaje necesita claridad y estructura para que el otro lo reciba tal como lo concebiste. Es ahí donde no hay margen para el azar.
Antes de abrir la boca, pregúntate: ¿esto es realmente importante para mi interlocutor? Si la respuesta es sí, el siguiente paso es pensar cómo decirlo para captar su atención y que comprenda el mensaje. Porque la comunicación no es solo lo que dices, sino cómo lo dices y cómo lo recibe el otro.
«Imagina antes lo que vas a decir y luego dilo».
No se trata de recitar un discurso, sino de visualizarlo, de estructurarlo en tu mente antes de expresarlo. Cuando improvisas sin estructura, corres el riesgo de que tu mensaje se interprete de forma errónea. ¿Por qué? Porque la persona que te escucha lo descifra con su propio código, y si no has planificado bien cómo lo transmites, puede que el mensaje que le llegue no sea el que realmente querías comunicar.
Ahora bien, hazte estas tres preguntas y respóndelas con total honestidad:
¿Sientes que en tus reuniones y conversaciones importantes eres claro y convincente, o notas que tus ideas se pierden y generan dudas en los demás?
¿Tu equipo, clientes o colegas te perciben como alguien estructurado y preciso en su comunicación o, por el contrario, creen que improvisas demasiado? (¡Ah! ¿Ni siquiera lo sabes? Tienes un área ciega ahí en la que has de poner luz…)
Si preguntaras a las personas con las que trabajas cómo interpretan lo que dices, ¿coincidiría su versión con lo que realmente quisiste expresar? Si no lo has preguntado nunca, ¿cómo lo sabes? ¿sientes tranquilidad?
Planificar antes de hablar no es una pérdida de tiempo, es la forma más efectiva de asegurarte de que tus palabras construyen la imagen profesional que deseas proyectar. Detenerte a reflexionar, ordenar tus ideas y darles forma antes de expresarlas es un ejercicio de creatividad: imaginar, escribir, visualizar. Pero sobre todo, se trata de conocer a tu receptor, entender qué lo motiva, cómo procesa la información y cuál es el código que debes utilizar para que tu comunicación no solo sea efectiva, sino también estratégica.
En el mundo legal, comunicar bien no es opcional. Es la diferencia entre influir y ser ignorado, entre generar confianza y sembrar dudas. Así que la próxima vez que estés a punto de hablar, hazte un favor: detente un momento, imagina lo que vas a decir y luego dilo. Tu credibilidad lo agradecerá.
«Si no planificas, estás planificando fracasar…»