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THE WEST JAPAN RAILWAY COMPANY, CONSEJO NACIONAL DE MAGISTRATURA (CNM) Y EL CRUCERO COSTA CONCORDIA: ¿QUE TIENEN EN COMUN?

La verdad es que algo me ha estado rondando la cabeza todos estos días, y no me deja concentrarme, a tal punto que he tenido que dejar de trabajar unos minutos, muchos, y librarme de esta imposible relación de eventos que por alguna extraña razón soy incapaz de dejar de asociar.

¿Cómo es posible que esté relacionando tres eventos aparentemente inconexos entre sí? ¿Por qué relaciono lo que está ocurriendo en estos días con el Consejo Nacional de Magistratura(2018) en el Perú como consecuencia de los audios que han salido a la luz y el espectáculo deplorable de los profesionales involucrados hasta el momento, con el descarrilamiento de un tren en Japón en el 2005 y con el naufragio de un crucero en Italia en el 2012 ? ¿Dónde está en denominador común entre los tres eventos? A ver si soy capaz de ordenarme, y desde ya les pido perdón por el atrevimiento de compartir semejante idea.

Estoy escuchando en los medios de comunicación peruanos hablar al presidente de la República, al primer ministro, congresistas, analistas políticos y demás, acerca de lo que se va a hacer de una vez por todas con nuestro sistema de justicia, cómo hay que hacerlo, quiénes han de hacerlo, cuándo hacerlo y para qué hacerlo. Estamos bajo el influjo del paradigma de la excelencia, como dice Gabriel Ginebra, Licenciado en Filosofía y Doctor en Organización de Empresas y MBA por IESE, que nos lleva a veces a trabajar con organizaciones estúpidas en sí mismas, donde llegamos a la incompetencia desde la noble búsqueda de la competencia a la enésima potencia.

El viernes 13 de enero del 2012, el crucero Costa Concordia, una barco de 290 metros de eslora, con capacidad para 4.800 personas y un costo de construcción en el 2006 de 450 millones de Euros, encalló frente a las costas italianas. Fallecieron 32 personas frente a los 4.129 supervivientes. Durante el accidente, ninguna persona del equipo del capitán lideró la evacuación, mientras el capitán fue el primero en abandonar el barco. Los camareros de la nave y los pescadores de la zona fueron los encargados de liderar el salvamento de los supervivientes.

Pues bien, el barco estaba a cargo del Capitán Francesco Schettino, profesional de la máxima categoría para navegar tamaña nave, con once años de experiencia, habiendo pasado todos los exámenes y capacitaciones pertinentes, con todas las titulaciones exigidas por ley y con amplísima experiencia, según la empresa propietaria del crucero.

Con todos sus títulos y capacitaciones, con todas las normas, procedimientos y procesos internos de calidad, certificaciones, auditorías, supervisiones e inspecciones propias y de organismos nacionales y europeos, una decisión personal llevó al desastre y a la muerte de 37 personas. La empresa propietaria del buque tenía todo correctamente implantado e implementado: normas internas, códigos éticos, cumplimiento de normas internacionales de navegación, todo lo que puedan imaginar, pero toda esa super competencia no pudo evitar la tragedia de la incompetencia de un profesional técnica y profesionalmente capacitado, que cumplía con todos los requisitos en su perfil para poder desarrollarse en semejante puesto de responsabilidad profesional. Era un incompetente, y no es un adjetivo peyorativo porque todos lo somos, no detectado dentro de una estructura diseñada y construida para ser super competente ¿Quién fue el otro u otros incompetentes que no detectaron dónde las competencias reales del capitán eran superadas?

Schettino dijo que la desviación de la ruta y la aproximación a Giglio se hizo por tres razones: como un favor al jefe de camareros, Antonello Tievoli, cuyos parientes viven en la isla; para homenajear al capitán retirado Mario Palumbo, también de Giglio, y como acción publicitaria.Según el capitán, era como matar «tres pájaros de un tiro».

Es decir, en una decisión personal del capitán motivada por un favor, un homenaje y publicidad, se pusieron en riesgo 4.229 vidas, además se incurrió en pérdidas por 450 millones de Euros correspondientes al valor del buque y por 600 millones de euros adicionales destinados a reflotar la embarcación ¿Qué hubiera pasado si el capitán hubiera consultado la asunción de dicho riesgo con los directivos de Costa Crociere, empresa dueña del buque, antes de desviar el rumbo? Si ustedes recibieran dicha consulta ¿qué contestarían? Estoy seguro que sólo con el uso del sentido común la respuesta es clara, pero… sabiendo el resultado final ahora, es más sencillo.

«La génesis del desastre fue un estúpido error», dijo Francesco Schettino, capitán del Costa Concordia, al fiscal, Alessandro Leopizzi, en referencia a la falta de comunicación entre él y otros miembros de la tripulación durante la colisión.

La empresa Costa Crociere tiene muy bien implantados e interiorizados los procedimientos de comunicación entre los miembros de la tripulación del puente del buque en el momento de una maniobra, y se han practicado en múltiples ocasiones. Tiene, además, controles de calidad, manuales, etc. pero, a pesar de todo ello, el factor humano provocó un desastre.

Causa oficial del accidente: fallo humano.

En otro lado del mundo, Japón, el 25 de abril del 2005 un muchacho de 23 años llamado Ryujiro Takami, con 11 meses de experiencia en el manejo de trenes, descarriló su tren en una curva, fruto de un exceso de velocidad provocado por la imperiosa necesidad que tenía de recuperar los ochenta segundos de retraso que llevaba con respecto al horario previsto. Murieron 107 personas y otras 562 resultaron heridas.

No se recuperó ni un segundo del tiempo de retraso. La razón: Ryujiro no quería tener que pasar, por segunda vez, por el proceso de reeducación para maquinistas de una semana de duración, como indicaba el procedimiento interno de la compañía. Además, según las mismas normas internas, podía ser despedido.

La empresa en la que trabajaba Ryujiro, West Japan Railway Company, se enorgullecía de su objetivo corporativo número uno: la puntualidad. Para ello la empresa japonesa había sido reiteradamente premiada por las autoridades estatales y regionales por su excelencia en controles de calidad, procesos y procedimientos. Tenía todas las certificaciones de calidad internacionales posibles, altísimos estándares en la capacitación de personas, procesos de reeducación y formación. Sus líderes estaban totalmente comprometidos con la empresa, dando ejemplo y trabajando con eficientes programas de evaluación, medidas de rendimientos, KPI´S, sistemas de aseguramiento de calidad, planes estratégicos con niveles de cumplimiento excelentes en cada una de sus etapas. Contaban con los mejores y más reconocidos consultores externos en comités de todo tipo. En definitiva, eran el ejemplo de la excelencia empresarial.

La empresa tenía estipulado que ir desde Takarazuka hasta Agamasaki llevaba 16 minutos y 26 segundos, y en aras de seguir con la excelencia y los cálculos para conseguir su objetivo número uno, la puntualidad, dividieron dicho tiempo en seis tramos, entre las seis estaciones que existían. Todo calculado, excelente. Además, como hicieron arreglos en las estaciones, redujeron en 5 segundos los tiempos de parada en cada una. Siguiendo con el control y la excelencia, el tren debía parar en un determinado espacio, y de no hacerlo, debía retroceder para colocarse en el lugar ideal para abrir las puertas.

Ryujiro ya venía con retraso, se pasó la raya que marcaba dónde detener el tren por ocho metros (con 5 metros ya hay sanción), hubo de retroceder, y perdió 16 segundos más. La parada mal hecha puso en marcha el sistema de comunicación entre “control central”, el conductor y el revisor del tren. El descarrilamiento sucedió casi al mismo tiempo que “control central” llamaba a Ryujiro. Posteriormente se vio que el despiste vino motivado por las conversaciones mantenidas entre las partes para cumplir con lo que los procedimientos indicaban ¿Se imaginan que el tren descarrilara porque el conductor iba consultando el manual de procedimientos para ver cuáles eran las sanciones que podía tener, o si lo iban a despedir? 

 Voy a usar la misma frase que para el caso del Costa Concordia: “Tiene controles de calidad, manuales, etc. pero, a pesar de todo ello, el factor humano provocó un desastre”.

 Causa oficial del accidente: fallo humano.

En cuanto a la reforma del sistema de justicia, donde por supuesto está comprendido igualmente el Consejo Nacional de Magistratura, se especula mucho entorno a la figura del grupo de expertos que conforman la comisión y el tiempo, doce días, que tienen para analizar y realizar propuestas para realizar dicha reforma. En declaraciones del propio Allan Wagner, se señala que se va a involucrar a todas las instituciones del Estado que pertenecen al sistema de administración de justicia y se presentarán propuestas muy concretas, operativas e importantes.  

Me llama poderosamente la atención que se vaya a convocar a las personas que ya estaban en esas instituciones, las mismas personas. Al escuchar las declaraciones parece que las instituciones fueran entes independientes y autónomos a las voluntades de esas personas, como si no las conformaran las mismas individualidades que han estado durante todo este proceso de impunidad y cohecho galopante. No se va a convocar a instituciones, ¡se va a convocar a personas! 

También hay opiniones en redes sociales al respecto de que la reforma que requiere hacerse no se limita a mayores recursos, más jueces, más computadoras y mejores sueldos. De igual manera tampoco se trata de establecer mayores sanciones para los corruptos, de más capacitaciones, de normas para acortar plazos. Según estas opiniones es más sencillo de lo que se piensa, bastaría con el establecimiento de un sistema de administración de justicia más predecible, siguiendo los parámetros de: Stare Decisis y Certiorari, refiriéndose a la Gran Reforma, llevada a cabo en Estados Unidos a inicio del siglo XX.  

En el debate abierto sobre este menester, otro tema que surge es, como he leído en las redes, que los doce días son poco tiempo si se pretende una efectiva reforma, salvo que al final resulte una declaración de intenciones. Igualmente los tiempos políticos casi nunca coinciden con los tiempos correctos, y esos doce días pueden no ser el plazo más conveniente finalmente. 

 Si bien está claro que esos doce días únicamente van a permitir trabajar en trazar las líneas de dirección sobre las que basar las propuestas, estoy de acuerdo con el hecho de que una administración de justicia con mayor predictibilidad es un avance, en el sentido de que las sentencias dictadas por un tribunal crean precedente judicial y vinculan como jurisprudencia a aquellas que, sobre el mismo objeto, se dicten en el futuro, además de tener la posibilidad posterior de que un tribunal de mayor rango solicite la revisión de las sentencias. Pero, el problema es que todas las sentencias, todas, las dictan personas, y que las revisan también personas. Ya ven, de nuevo estamos rodeados de personas por doquier.

De igual manera creo que sería más que bueno, puestos a pedir, contar con mayores recursos, más jueces, más computadoras, mejores sueldos, de mayores sanciones para los corruptos además de separarlos de por vida de la carrera judicial, de más capacitaciones, así como de normas para acortar plazos. También la entrada del Sistema Judicial peruano en la era digital debería ser un objetivo estratégico, donde conceptos como la trazabilidad facilitarían de nuevo la transición hacia un sistema más predecible y transparente.  

 Pero no podemos caer en el mismo error que la naviera dueña del Costa Concordia y de la West Japan Railway Company, donde los errores humanos dejaron al descubierto una terrible inconsistencia entre la excelencia de sus altísimos estándares de competencia a nivel de procesos y procedimientos, y la incompetencia manifiesta de esas mismas organizaciones a la hora de identificar el impacto real que sobre su capital humano tenía toda esa carga de gestión de calidad y de persecución del ya famoso objetivo “cero errores”. De igual manera existían aspectos críticos en los perfiles de las personas que al no ser identificados, nos llevaron a situaciones de emergencia.

 Debemos ser conscientes de que el sistema judicial no es otra cosa que el trabajo de personas para personas, de profesionales capaces para todo el conjunto de la sociedad. Los audios nos han demostrado que las personas que están involucradas en ellos demostraron tener la capacidad técnica, conocimiento teórico y puntuaciones en sus pruebas de acceso suficientes para poder desempeñar esos cargos, pero que ello no ha garantizado una administración de justicia a la altura de lo esperado, pues ahora hay que revisar las sentencias que ellos dictaron una por una, así como las revisiones de las mismas, si es que existieron, a pesar de la implementación de políticas, controles, procedimientos, evaluaciones, inspecciones y capacitaciones. Fallaban en algo que no se estudia, que no se mide, y que tiene su origen en los valores que como personas, familias y sociedad inculcamos en los nuestros. Un hijo imita a su padre. Los hijos no deben pagar por lo errores de sus padres, pero puede que se estén convirtiendo en una prolongación de ellos, con lo cual tenemos generaciones comprometidas por el mal ejemplo.

Las personas que están ahora en esos cargos, aunque ya están dejando los mismos, pueden tener unos expedientes académicos con promedio de 20, excelentes, pero en cuanto a valores humanos y personales el promedio es cero en honradez, sensatez, coherencia, nobleza, sentido del deber, empatía, inteligencia emocional, criterio, valores familiares, etc. 

Podemos reformar el Sistema Judicial, buscando la excelencia en todos los aspectos formales del mismo, controles, auditorías, formación y capacitaciones, procesos y procedimientos, nombramientos, todo lo que nos podamos imaginar, pero si no nos ocupamos de las personas que están ahí o van a estar, vamos a provocar lo que los audios nos han mostrado: FALLO HUMANO.  

Ninguna organización tiene buenos valores si está conformada por personas sin valores. Todas las organizaciones son el reflejo de la sociedad en la que interactúan a través de las personas. 

 Ya me siento mucho mejor con esta especie de catarsis que he compartido con ustedes, pero me quedan dos reflexiones que hacer en el sentido de que (i) hemos de afrontar la reforma del Sistema Judicial desde la búsqueda de las personas idóneas, con valores, y comenzar inmediatamente esa identificación de talento, además de todos los cambios organizacionales que se vea son necesarios, y (ii) tenemos la obligación de ser conscientes que el futuro de nuestras instituciones depende de un factor esencial en el que estamos fallando ahora mismo, la educación de nuestras siguientes generaciones, a través de la que conseguiremos un mejor futuro para el país con instituciones excelentes formadas por personas educadas, cultas y con valores ¿Se dan cuenta? De nuevo rodeados de personas por doquier.

Seguro que alguien está diciendo que destrocé el artículo, si es que era mínimamente digno, con algo tan general como la educación, lo de siempre que se dice en grandes frases, magníficos discursos y declaraciones de intenciones. Pero yo prefiero pensar que no es algo “general”, sino simple y elemental, y de simple que es lo obviamos, pero no podemos seguir haciéndolo más tiempo, ya no, porque como no consigamos cambiar los paradigmas de las generaciones que nos van a suceder, estamos en problemas. 

 No creo que nadie sea competente al cien por cien en todo lo que hace. Las organizaciones están conformadas por personas que completan con sus competencias las incompetencias de los demás, creando equipos que trabajan bien y logran sus objetivos. Creo que es importante trabajar en el autoconocimiento, para poder trabajar con garantías con personas a nuestro alrededor, como relato en mi artículo “El líder y el autoconocimeinto” (https://www.facebook.com/fernandotorronteguisola/posts/1828061937501645). Ser incompetente no es malo, lo malo es no saber en qué lo somos.

Parece que finalmente voy a ser capaz de aventurarme a responder a la pregunta del título, sabiendo que hay mucho por hacer, pero que siempre se comienza con un primer paso.  

“West Japan Railway Company, Consejo Nacional de Magistratura y el Crucero Costa Concordia: ¿Qué tienen en común?”  

“El fallo humano, las personas”. 

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¿Adónde voy?
Una pregunta incómoda pero necesaria

A lo largo de mi carrera, he tenido muchas conversaciones con profesionales del derecho que, probablemente como tú, se han enfrentado a momentos de duda e incertidumbre. En estas charlas, me han compartido experiencias que se repiten más de lo que imaginas. Uno de ellos, por ejemplo, me confesó no estar seguro de si realmente disfrutaba su trabajo o si lo que sentía era simplemente el peso de un desgaste acumulado. Me dijo que, en ocasiones, no le gustaba cómo era cuando trabajaba: cómo reaccionaba, cómo se relacionaba con los demás, cómo parecía perderse en el camino. Y luego, compartió una frase que resuena con muchos otros profesionales: «No sé a dónde voy» .

¿Te suena familiar? Si es así, no estás solo. Muchos profesionales visionarios como tú, que día a día resuelven problemas complejos para sus clientes o diseñan soluciones para desafíos aún inexistentes, de puertas para adentro se sienten perdidos.

Hay un ruido de fondo constante, un malestar que aparece en los momentos de silencio: en casa, en el coche, en la cama. Ese ruido de fondo, casi imperceptible durante la vorágine del día a día, cobra fuerza cuando la actividad cesa. Es entonces cuando aparecen las preguntas, las dudas, la incomodidad de no saber si el problema está en lo que haces o en cómo te sientes mientras lo haces.

¿Te has detenido a escuchar ese ruido?

Ese ruido de fondo puede pasar desapercibido porque el ruido ambiental del trabajo lo solapa. Pero cuando el ruido ambiental baja, el de fondo emerge con fuerza. Si no lo escuchas, no lo analizas y no lo gestionas, puede llegar a un punto en el que se vuelva insoportable. Y cuando eso pasa, las consecuencias pueden ir desde el insomnio hasta una disminución en la calidad de tu trabajo y, en algunos casos, incluso en tu autoestima.

A veces, en conversaciones de coaching, mis coachees me dicen que culpan a su trabajo de cómo se sienten: “Es el trabajo lo que me está afectando”. Entonces les pregunto: ¿De verdad es el trabajo? ¿O es cómo te sientes cuando lo haces?

¿Te has detenido a reflexionar sobre esto?

Sé que detenerte puede parecer imposible. Me lo dicen todos: “Fernando, es que no tengo tiempo”. Y yo siempre respondo con números:

  • Si trabajas 10 horas al día durante 22 días al mes, eso suma 220 horas al mes.
  • Si dedicamos 45 minutos a la semana a una sesión de coaching, eso son 3 horas al mes.

Haz las cuentas: eso es apenas un 1,36% de tu tiempo mensual.

Entonces, te pregunto: ¿puedes dedicarte un 1.36 % de tu tiempo para detenerte, analizar, identificar y gestionar ese ruido de fondo? ¿Puedes permitírtelo para tomar el control y encontrar respuestas?

La mayoría de mis coachees, después de pensarlo, responden: “Creo que sí”. Y es ahí donde empezamos a trabajar juntos, no para que yo te dé respuestas, sino para que te ayude a apuntar tu propia linterna hacia esos lugares incómodos, pero llenos de posibilidades.

Porque si no sabes qué es lo que realmente te incomoda, ¿cómo vas a solucionarlo?

Y tú, ¿qué harás con ese 1.36 % de tu tiempo? ¿Seguirás intentando enhebrar aguja e hilo cabalgando al galope sin detenerte? Quizás hoy sea el momento de parar, reflexionar y preguntarte, de verdad: ¿a dónde voy?

¿Cuándo es tu momento?

¿Estás esperando el momento perfecto? Te entiendo. A veces creemos que llegará con un gran anuncio, con señales claras y contundentes, pero la verdad es que el momento justo puede ser ahora, mientras lees esto, o quizás dentro de 5 años, en un instante en el que el ruido de fondo te haga detenerte y recordar estas palabras.

Las oportunidades nacen cuando tienes claro que no estás sólo en este camino. Porque cuando ese momento llega —hoy, mañana o en una década— es esencial que seas consciente de que tienes a tu disposición un activo valioso, un socio estratégico, que soy yo. Estoy y estaré aquí para ayudarte a construir ese instante clave y convertirlo en un punto de inflexión.

Tu momento no está condicionado al tiempo, lo está en las decisiones que tomes.

Hasta luego, nos vemos en TU momento.