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EL CONGRESO. ¿ES UNA FORMA DE VIDA?

El Congreso. ¿Es una forma de vida? ¿Es un derecho adquirido? ¿Se puede hacer de ello una carrera vitalicia?

Todo el mundo es libre de elegir cómo se quieren o no las cosas. Los congresistas están ahí porque las personas los eligen, y esas mismas personas son soberanas de decidir si quieren o no que se repitan los candidatos en cada elección. No creo que los congresistas deban limitar la capacidad de elegir del pueblo que los pone ahí. Estamos insinuando al pueblo que las personas que eligen son las que pueden decidir qué sí y qué no votar. Si el pueblo decide que no a la reelección, pues señores, a trabajar por el país desde un escaño virtual altruista, en la sombra y de manera voluntaria, y esperando con ganas para poder ayudar oficialmente en el Congreso si los eligen de nuevo. En ese sentido, si el problema que se aduce es que los congresistas en su mayor parte no comparten la misma ideología de los partidos o bancadas a las que pertenecen, porque se les acoge a última hora, deberían los políticos comenzar a crear partidos con nuevos paradigmas, culturas organizacionales y políticas con contenido, y que tomen ese tiempo de reposo para crear lo que añoran. La verdad es que viendo lo que hemos visto en estos días, y con el nivel de aprobación del Congreso, una regeneración sería saludable si el pueblo lo elige. También puede que elija que no, y sería igual de saludable pues al final decidirá lo que se merezca.

¿Quién debe decidir cuándo y qué puede elegir el pueblo en referéndum? ¿Los mismos a los que el pueblo eligió?

 En las empresas se hacen procesos de evaluación de desempeño a los empleados, y si no está el resultado dentro de lo esperado, no se les renueva el contrato. A tenor de lo que ha ocurrido con los audios los jueces, fiscales, los congresistas, empresarios, presidentes y leyendas del fútbol que salen en los mismos, la señora K ( en España existió el Sr. X y nunca se supo quién era, pero todos los sabían, ¿les suena?), y todos los demás, a lo mejor es bueno que el pueblo decida si deben ir al «rincón de pensar» y volver, si los eligen, a los cinco años. Pagarán justos por pecadores, seguro, y será un costo grandísimo para el país, desde luego, pero en aras de la limpieza, a grandes males grandes remedios, y la frase ”…todo el mundo lo sabía…” debe cambiar a “…en cuanto tomó conocimiento, actuó.”

Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pero tampoco sabe lo que gana.

 Hemos de tener mucho cuidado con los que creen que son mejores que los que los elegimos, y que ellos sí son los que saben qué conviene o no al pueblo que los ha puesto donde están. Eso infiere que son o se sienten superiores a los que los eligen, y por lo tanto que no tenemos la suficiente formación para decidir si deben o no seguir siendo congresistas.

Si creen algunos, como congresistas, que las personas no saben, porque no tienen la formación necesaria, educación, experiencia, recursos, etc., es irónico que también ellos como congresistas sean los responsables directos de esas carencias que achacan a las personas que los eligen. Cualquiera diría, podríamos pensarlo por muy loco que parezca, lo sé, que en realidad interesa mantener esas carencias para dominar, manejar y perpetuar la forma de hacer las cosas que nos han llevado a donde estamos. Todos sabíamos y sabemos donde estábamos, pero los que debían denunciar, eran los que delinquían, y ahora nadie se fía de nadie. ¿Nos extraña? No hay confianza.

Hemos tenido grandes ejemplos, donde unos han manejado con mayorías absolutas los gobiernos, hablo de Europa, y cómo los votantes se han visto obligados a sacarlos del poder, dando paso al llamado populismo, tanto de derecha como de izquierda (curioso que no se encuentre el populismo en el centro, ese limbo donde ya no se sabe si eres de centro derecha, centro izquierda, o la diferencia entre ambos), y lo hicieron porque había un país de primera clase (políticos) y uno de segunda (votantes), a nivel de gobierno, con la ironía que los de la segunda clase ponían a los de la primera al mando, para que luego actuaran a sus espaldas, blindándose en el poder y manteniendo la impunidad hasta la prescripción. Inaudito: Eres inocente porque ha prescrito…

Cuidado, estamos a punto de despertar al monstruo de la “indignación colectiva”, si no lo hemos hecho ya, y ahora no podemos dar a entender a las personas que los congresistas no quieren irse porque ellos no son todos malos, cuando han de irse porque el pueblo cree que ya va siendo hora, o no…

Pero es todo tan complejo que seguro que puedo estar muy equivocado y nada de lo que digo tiene sentido. No me hagan caso, al final todo se solucionará espontáneamente, de una manera u otra, porque el tiempo es lo único que no se detiene, se pierde.

¿Vamos a decidir qué decidir, o que lo hagan unos pocos por nosotros? 

De nuevo mis disculpas, pero pensemos por nosotros mismos, aunque, como yo, podamos estar equivocados, o no…

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¿Adónde voy?
Una pregunta incómoda pero necesaria

A lo largo de mi carrera, he tenido muchas conversaciones con profesionales del derecho que, probablemente como tú, se han enfrentado a momentos de duda e incertidumbre. En estas charlas, me han compartido experiencias que se repiten más de lo que imaginas. Uno de ellos, por ejemplo, me confesó no estar seguro de si realmente disfrutaba su trabajo o si lo que sentía era simplemente el peso de un desgaste acumulado. Me dijo que, en ocasiones, no le gustaba cómo era cuando trabajaba: cómo reaccionaba, cómo se relacionaba con los demás, cómo parecía perderse en el camino. Y luego, compartió una frase que resuena con muchos otros profesionales: «No sé a dónde voy» .

¿Te suena familiar? Si es así, no estás solo. Muchos profesionales visionarios como tú, que día a día resuelven problemas complejos para sus clientes o diseñan soluciones para desafíos aún inexistentes, de puertas para adentro se sienten perdidos.

Hay un ruido de fondo constante, un malestar que aparece en los momentos de silencio: en casa, en el coche, en la cama. Ese ruido de fondo, casi imperceptible durante la vorágine del día a día, cobra fuerza cuando la actividad cesa. Es entonces cuando aparecen las preguntas, las dudas, la incomodidad de no saber si el problema está en lo que haces o en cómo te sientes mientras lo haces.

¿Te has detenido a escuchar ese ruido?

Ese ruido de fondo puede pasar desapercibido porque el ruido ambiental del trabajo lo solapa. Pero cuando el ruido ambiental baja, el de fondo emerge con fuerza. Si no lo escuchas, no lo analizas y no lo gestionas, puede llegar a un punto en el que se vuelva insoportable. Y cuando eso pasa, las consecuencias pueden ir desde el insomnio hasta una disminución en la calidad de tu trabajo y, en algunos casos, incluso en tu autoestima.

A veces, en conversaciones de coaching, mis coachees me dicen que culpan a su trabajo de cómo se sienten: “Es el trabajo lo que me está afectando”. Entonces les pregunto: ¿De verdad es el trabajo? ¿O es cómo te sientes cuando lo haces?

¿Te has detenido a reflexionar sobre esto?

Sé que detenerte puede parecer imposible. Me lo dicen todos: “Fernando, es que no tengo tiempo”. Y yo siempre respondo con números:

  • Si trabajas 10 horas al día durante 22 días al mes, eso suma 220 horas al mes.
  • Si dedicamos 45 minutos a la semana a una sesión de coaching, eso son 3 horas al mes.

Haz las cuentas: eso es apenas un 1,36% de tu tiempo mensual.

Entonces, te pregunto: ¿puedes dedicarte un 1.36 % de tu tiempo para detenerte, analizar, identificar y gestionar ese ruido de fondo? ¿Puedes permitírtelo para tomar el control y encontrar respuestas?

La mayoría de mis coachees, después de pensarlo, responden: “Creo que sí”. Y es ahí donde empezamos a trabajar juntos, no para que yo te dé respuestas, sino para que te ayude a apuntar tu propia linterna hacia esos lugares incómodos, pero llenos de posibilidades.

Porque si no sabes qué es lo que realmente te incomoda, ¿cómo vas a solucionarlo?

Y tú, ¿qué harás con ese 1.36 % de tu tiempo? ¿Seguirás intentando enhebrar aguja e hilo cabalgando al galope sin detenerte? Quizás hoy sea el momento de parar, reflexionar y preguntarte, de verdad: ¿a dónde voy?

¿Cuándo es tu momento?

¿Estás esperando el momento perfecto? Te entiendo. A veces creemos que llegará con un gran anuncio, con señales claras y contundentes, pero la verdad es que el momento justo puede ser ahora, mientras lees esto, o quizás dentro de 5 años, en un instante en el que el ruido de fondo te haga detenerte y recordar estas palabras.

Las oportunidades nacen cuando tienes claro que no estás sólo en este camino. Porque cuando ese momento llega —hoy, mañana o en una década— es esencial que seas consciente de que tienes a tu disposición un activo valioso, un socio estratégico, que soy yo. Estoy y estaré aquí para ayudarte a construir ese instante clave y convertirlo en un punto de inflexión.

Tu momento no está condicionado al tiempo, lo está en las decisiones que tomes.

Hasta luego, nos vemos en TU momento.