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ESTUDIO DE ABOGADOS: ¿ME FUSIONO? ¿POR QUÉ? ¿CÓMO? (I)

Mejores individuos forman mejores organizaciones, máxime después de una fusión.

Hemos visto en los últimos meses cómo estudios de abogados se han fusionado o se han asociado a grandes firmas internacionales. El movimiento es claro y es una tendencia, pero antes de plantearse cualquiera de esas acciones hay que hacer un gran análisis, y ser consciente de que las conclusiones obtenidas desde la honestidad y humildad nos ayudarán a tomar una decisión apropiada.

La primera cuestión es ser capaz de sincerar por qué me estoy fusionando. Si lo estamos haciendo para cubrir nuestras debilidades en el mercado en que trabajamos, para así defendernos de nuestra competencia, estamos cometiendo un grave error. En realidad lo primero que deberíamos hacer es solucionar nuestros problemas internos, analizar nuestros procesos y procedimientos, optimizarlos, ver cuáles son nuestras fortalezas y debilidades para luego plantearnos qué hacer.

Por lo tanto es importante tener claro por qué lo hacemos, cómo nos ayuda, si es un buen negocio, y cómo va a afectar a nuestros clientes internos y externos. La prisa no es una buena consejera en estos casos, y lo importante es ser conscientes de que realmente no existen otras opciones válidas para nosotros, y si seremos capaces de conseguirlo organizacionalmente.

Hemos de saber si contamos con un órgano de control interno que tenga ya una trayectoria y nos ayude en la gestión del Estudio. Ha de existir una historia de éxitos y fracasos, de los que hemos aprendido, a la hora de gestionar y tomar decisiones, y ese punto es un activo a tener en cuenta cuando nos sentemos a negociar cómo nos fusionamos.

Debemos plantearnos cuál es el “caso de negocio”, si realmente uno más uno suman dos o el resultado es menor a dos. En el caso de que la suma sea menor, es porque estamos trabajando una fusión sobre asunciones no realistas.

A nivel interno igualmente hay que trabajar la figura del socio, pues su papel en un estudio de abogados está cambiando en cuanto a lo que su figura representa en la empresa, el estudio, y pasa de ser un abogado a abogado y empresario, y así se tiene que entender en el futuro a tenor de lo que está ocurriendo en el mercado.

Las competencias y habilidades que se están solicitando a los candidatos para entrar en una firma o a socio de la misma, van mucho más allá de los conocimientos legales, por lo que la amplitud de miras, gestión comercial, capital relacio nal, etc., son esenciales. Es por ello que hemos de cerrar el círculo, y detectar cómo involucrar a todos y cada uno de los socios en el proceso, pues no pueden haber díscolos. Hemos de emplear tiempo y recursos en analizar sus preocupaciones y cómo podemos buscar con ellos un camino común hacia la fusión en el que se sientan protagonistas y cómodos, ha de ser “su fusión”, “nuestra fusión”, nunca la “fusión del jefe”.

Por lo tanto hay un concepto clave e importante: la transparencia. Las personas dentro de nuestra organización han de saber cuál es la propuesta que les hacemos fruto de esta fusión, si las posibilidades de carrera aumentan o disminuyen, y cómo va a ser la estructura, en la que sin duda van a existir duplicidades, por lo que una reestructuración será necesaria, y hemos de ser capaces de explicar cómo se va a acometer.  El estudio ha de ocuparse de los suyos y ahí el departamento de RRHH es esencial, pues una de las medidas coherentes en lo referente a los recursos duplicados por la fusión, es el trabajo de “replacement”, en el que los trabajadores son asesorados y acompañados en todo su proceso de recolocación en el mercado, a través del capital relacional del Estudio.

Es esencial que tengamos un plan estratégico que nos lleve a donde hemos decidido ir, una estrategia global donde podemos apoyar todos nuestros esfuerzos de salir adelante en el mercado antes de fusionarnos, contando con toda nuestra gente. Las personas son la clave en estos procesos.

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¿Adónde voy?
Una pregunta incómoda pero necesaria

A lo largo de mi carrera, he tenido muchas conversaciones con profesionales del derecho que, probablemente como tú, se han enfrentado a momentos de duda e incertidumbre. En estas charlas, me han compartido experiencias que se repiten más de lo que imaginas. Uno de ellos, por ejemplo, me confesó no estar seguro de si realmente disfrutaba su trabajo o si lo que sentía era simplemente el peso de un desgaste acumulado. Me dijo que, en ocasiones, no le gustaba cómo era cuando trabajaba: cómo reaccionaba, cómo se relacionaba con los demás, cómo parecía perderse en el camino. Y luego, compartió una frase que resuena con muchos otros profesionales: «No sé a dónde voy» .

¿Te suena familiar? Si es así, no estás solo. Muchos profesionales visionarios como tú, que día a día resuelven problemas complejos para sus clientes o diseñan soluciones para desafíos aún inexistentes, de puertas para adentro se sienten perdidos.

Hay un ruido de fondo constante, un malestar que aparece en los momentos de silencio: en casa, en el coche, en la cama. Ese ruido de fondo, casi imperceptible durante la vorágine del día a día, cobra fuerza cuando la actividad cesa. Es entonces cuando aparecen las preguntas, las dudas, la incomodidad de no saber si el problema está en lo que haces o en cómo te sientes mientras lo haces.

¿Te has detenido a escuchar ese ruido?

Ese ruido de fondo puede pasar desapercibido porque el ruido ambiental del trabajo lo solapa. Pero cuando el ruido ambiental baja, el de fondo emerge con fuerza. Si no lo escuchas, no lo analizas y no lo gestionas, puede llegar a un punto en el que se vuelva insoportable. Y cuando eso pasa, las consecuencias pueden ir desde el insomnio hasta una disminución en la calidad de tu trabajo y, en algunos casos, incluso en tu autoestima.

A veces, en conversaciones de coaching, mis coachees me dicen que culpan a su trabajo de cómo se sienten: “Es el trabajo lo que me está afectando”. Entonces les pregunto: ¿De verdad es el trabajo? ¿O es cómo te sientes cuando lo haces?

¿Te has detenido a reflexionar sobre esto?

Sé que detenerte puede parecer imposible. Me lo dicen todos: “Fernando, es que no tengo tiempo”. Y yo siempre respondo con números:

  • Si trabajas 10 horas al día durante 22 días al mes, eso suma 220 horas al mes.
  • Si dedicamos 45 minutos a la semana a una sesión de coaching, eso son 3 horas al mes.

Haz las cuentas: eso es apenas un 1,36% de tu tiempo mensual.

Entonces, te pregunto: ¿puedes dedicarte un 1.36 % de tu tiempo para detenerte, analizar, identificar y gestionar ese ruido de fondo? ¿Puedes permitírtelo para tomar el control y encontrar respuestas?

La mayoría de mis coachees, después de pensarlo, responden: “Creo que sí”. Y es ahí donde empezamos a trabajar juntos, no para que yo te dé respuestas, sino para que te ayude a apuntar tu propia linterna hacia esos lugares incómodos, pero llenos de posibilidades.

Porque si no sabes qué es lo que realmente te incomoda, ¿cómo vas a solucionarlo?

Y tú, ¿qué harás con ese 1.36 % de tu tiempo? ¿Seguirás intentando enhebrar aguja e hilo cabalgando al galope sin detenerte? Quizás hoy sea el momento de parar, reflexionar y preguntarte, de verdad: ¿a dónde voy?

¿Cuándo es tu momento?

¿Estás esperando el momento perfecto? Te entiendo. A veces creemos que llegará con un gran anuncio, con señales claras y contundentes, pero la verdad es que el momento justo puede ser ahora, mientras lees esto, o quizás dentro de 5 años, en un instante en el que el ruido de fondo te haga detenerte y recordar estas palabras.

Las oportunidades nacen cuando tienes claro que no estás sólo en este camino. Porque cuando ese momento llega —hoy, mañana o en una década— es esencial que seas consciente de que tienes a tu disposición un activo valioso, un socio estratégico, que soy yo. Estoy y estaré aquí para ayudarte a construir ese instante clave y convertirlo en un punto de inflexión.

Tu momento no está condicionado al tiempo, lo está en las decisiones que tomes.

Hasta luego, nos vemos en TU momento.