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LOS ESTUDIOS DE ABOGADOS: EL ADN. LA EVOLUCION. EL VIAJE.

Nos encontramos en momentos de cambio, no ya del entorno, que también, sino a nivel interno, de individuos, de valores, de visiones tanto de vida personal como a nivel profesional. Esos cambios internos nos están modificando como profesionales y por lo tanto a las comunidades y organizaciones a las que pertenecemos. Algunos de los cambios se están dando sin casi darnos cuenta. Un ejemplo de ello es que estamos evolucionando como personas a través de la crianza de nuestros hijos, donde ya incluso las matemáticas o la gramática se enseñan con otras técnicas mucho más lógicas e intuitivas a como nosotros aprendimos, aunque no nos parezcan lógicas. Esas nuevas técnicas están dando a nuestros hijos una nueva perspectiva de las cosas, y a través de ellos, de su evolución, nosotros, lo sepamos percibir o no, estamos recibiendo constantemente información de cómo están cambiando las cosas. Tenemos la información, pero la pregunta es si contamos con la actitud y la aptitud para identificar y analizar la misma, y poder tomar decisiones.

Nuestros hijos tienen nuestro ADN, pero se diferencian de nosotros por cómo aprenden a hacer las cosas, de una manera distinta. Decimos que son iguales a su padre o a su madre, tienen la misma carga genética, pero esa carga se va acomodando a lo que el entorno está exigiendo y proponiendo. Se adaptan, nuestra esencia en ellos se está acomodando y sigue adelante. Nuestro ADN no se pierde, evoluciona, y lo hace a partir de los valores humanos que como personas legamos en nuestros hijos.

Todos sabemos de grupos empresariales, empresas familiares y otro tipo de organizaciones que en sus inicios fueron creados con una clara vocación de servicio, de visión de futuro, de trascender, en base a unos valores humanos que significaban la personalidad de la organización a través de la de las personas que la integraban. Esa es la diferenciación que es imposible copiar y replicar de una organización, su personalidad, su ADN.

De igual manera todos conocemos casos en los que tras una o dos generaciones esas organizaciones desaparecen, o se convierten en un mero testigo de la grandeza de otro tiempo, pues sus creadores no fueron capaces de preparar la transición, bien porque pensaban que iban a tener más tiempo del que tuvieron; porque el mercado o sector en el que interactuaban los volvió obsoletos; o porque la sucesión tuvo un mero carácter hereditario y no meritocrático, y los nuevos responsables nunca lo hubieran sido, sino que las circunstancias obligaron.

Una vez se ha realizado la transición -planificada o no-, hay organizaciones y directivos, que “creen querer” hacer un cambio en la empresa y parecen alinearse con las exigencias del sector al que pertenecen para satisfacer las necesidades de sus clientes, pero eso muchas veces sólo es una pose. Es por ello que, después de un período de introspección más o menos profundo -profundidad que será determinante, como explicaré más delante-, deciden que hay que reinventar, reorganizar y cambiar la cara del “ahora su nuevo proyecto”: Se implementan nuevos procesos y procedimientos, estrategias de comunicación, marketing, redes sociales, networking, etc…

Pensando en ellos me viene a la cabeza un pasaje del libro de Lewis Carrol, “Alicia en el País de las Maravillas”:

“¿Me podría indicar, por favor, hacia dónde debo dirigirme desde aquí?”, preguntó Alicia.

“Eso depende en gran parte de a dónde quieras llegar”, dijo el gato.

“No me importa demasiado a dónde”, respondió Alicia.

“Entonces da igual hacia dónde te dirijas”, dijo el gato.

Parece que el gato tenía bien claro que sin destino, sin objetivo, da igual lo que hagas y cómo lo hagas, o a dónde te dirijas. En el mundo empresarial es lo mismo. Siguiendo con la frase que mencionaba justo antes de que me viniera a la cabeza la cita de Lewis Carrol -“Se implementan nuevos procesos y procedimientos, estrategias de comunicación, marketing, redes sociales, networking, etc.”- yo me hago la misma pregunta: pero, ¿a dónde quieren llegar?

Piensen si en el sector legal peruano hay una respuesta clara a ésta pregunta a nivel de Estudios, o realmente se da prioridad a la imagen que se quiere transmitir; a las webs que no se actualizan en meses; a los blogs que se crean y no son proveídos de contenido de actualidad; a las certificaciones de Calidad que se obtienen para que figuren junto al membrete o al logo del Estudio pero que no se utilizan como la valiosa herramienta que son; a la asistencia a eventos internacionales sin un plan de acción, sin objetivos y sin control posterior de los resultados obtenidos… En definitiva, vestimos al Estudio con el mejor terno del mundo, con los mejores zapatos de cuero que se puedan tener, y al salir al mercado, nos damos cuenta de que estamos compitiendo en una maratón en el desierto, sin saberlo ni haberlo decidido: ¿a dónde queríamos ir?

Teniendo en cuenta nuestro ADN, quiénes somos y cuáles son nuestras competencias, debemos definir nuestro proyecto de manera realista y concreta, nuestro mercado, nuestros recursos y enmarcar todas nuestras decisiones estratégicas hacia la consecución de ese proyecto de futuro.

Se trata de tomar decisiones hoy para mañana, de conseguir una misión que satisfaga a nuestros grupos de interés, a través de una identificación y definición de los objetivos de nuestro proyecto a largo plazo.

Debemos ser capaces de desarrollar un plan de comunicación que transmita nuestra Personalidad Irreplicable, nuestra Identidad Corporativa, y que manifieste una visión compartida por los socios principales de la firma y por el equipo directivo profesional -profesionalización-, si es que se ha decidido tenerlo, así como definir las funciones y responsabilidades para todos los niveles clave de la organización del Estudio. Todo esto va a facilitar coordinación del proceso de toma de decisiones dentro del Estudio y asegurar nuestra competitividad como empresa.

Permitiremos que nuestro ADN evolucione junto con el de las personas que integran nuestra organización, nuestro Estudio, a través de las diferentes percepciones del entorno que ellos tienen al pertenecer a distintas generaciones, y una forma diferente de hacer las cosas. Recuerden cómo se enseñan las matemáticas hoy y cómo se enseñaban hace 30 años…

La respuesta a la pregunta “¿a dónde quieres llegar?” nos va a dar la oportunidad de contar con un elemento de reflexión, con la existencia de un foro interno a la hora de discutir y acordar las decisiones a tomar, permitiendo y fomentando la participación, que indefectiblemente dará como resultado un proyecto común y compartido por todas las personas del equipo y garantizará su éxito.

Plantearnos cómo contestarla nos va a permitir la implementación de decisiones tomadas a través del despliegue de objetivos, que nos dará la tranquilidad de un adecuado posicionamiento futuro, a través de una renovación permanente, de la evolución y renovación de nuestro ADN. Todo esto justificará las decisiones que tomemos, con un incremento de la profesionalización y una minoración de la improvisación, tan común a la hora de trabajar sin saber a dónde vamos.

A través de este viaje vamos a conseguir que se produzca un ajuste entre los recursos con los que contamos y las oportunidades que se nos presenten, para llegar a nuestros objetivos mediante la optimización, incrementando la rentabilidad, y pudiendo echar una mirada al exterior de nuestro mercado, para buscar nuevos horizontes, fuera de nuestra zona de confort, cuando nos sintamos seguros y consolidados.

Pero antes de hacer todo esto debemos saber a dónde queremos ir sin perder nuestro ADN en el camino. ¿Lo saben ustedes? Decidan y comiencen a caminar.

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¿Adónde voy?
Una pregunta incómoda pero necesaria

A lo largo de mi carrera, he tenido muchas conversaciones con profesionales del derecho que, probablemente como tú, se han enfrentado a momentos de duda e incertidumbre. En estas charlas, me han compartido experiencias que se repiten más de lo que imaginas. Uno de ellos, por ejemplo, me confesó no estar seguro de si realmente disfrutaba su trabajo o si lo que sentía era simplemente el peso de un desgaste acumulado. Me dijo que, en ocasiones, no le gustaba cómo era cuando trabajaba: cómo reaccionaba, cómo se relacionaba con los demás, cómo parecía perderse en el camino. Y luego, compartió una frase que resuena con muchos otros profesionales: «No sé a dónde voy» .

¿Te suena familiar? Si es así, no estás solo. Muchos profesionales visionarios como tú, que día a día resuelven problemas complejos para sus clientes o diseñan soluciones para desafíos aún inexistentes, de puertas para adentro se sienten perdidos.

Hay un ruido de fondo constante, un malestar que aparece en los momentos de silencio: en casa, en el coche, en la cama. Ese ruido de fondo, casi imperceptible durante la vorágine del día a día, cobra fuerza cuando la actividad cesa. Es entonces cuando aparecen las preguntas, las dudas, la incomodidad de no saber si el problema está en lo que haces o en cómo te sientes mientras lo haces.

¿Te has detenido a escuchar ese ruido?

Ese ruido de fondo puede pasar desapercibido porque el ruido ambiental del trabajo lo solapa. Pero cuando el ruido ambiental baja, el de fondo emerge con fuerza. Si no lo escuchas, no lo analizas y no lo gestionas, puede llegar a un punto en el que se vuelva insoportable. Y cuando eso pasa, las consecuencias pueden ir desde el insomnio hasta una disminución en la calidad de tu trabajo y, en algunos casos, incluso en tu autoestima.

A veces, en conversaciones de coaching, mis coachees me dicen que culpan a su trabajo de cómo se sienten: “Es el trabajo lo que me está afectando”. Entonces les pregunto: ¿De verdad es el trabajo? ¿O es cómo te sientes cuando lo haces?

¿Te has detenido a reflexionar sobre esto?

Sé que detenerte puede parecer imposible. Me lo dicen todos: “Fernando, es que no tengo tiempo”. Y yo siempre respondo con números:

  • Si trabajas 10 horas al día durante 22 días al mes, eso suma 220 horas al mes.
  • Si dedicamos 45 minutos a la semana a una sesión de coaching, eso son 3 horas al mes.

Haz las cuentas: eso es apenas un 1,36% de tu tiempo mensual.

Entonces, te pregunto: ¿puedes dedicarte un 1.36 % de tu tiempo para detenerte, analizar, identificar y gestionar ese ruido de fondo? ¿Puedes permitírtelo para tomar el control y encontrar respuestas?

La mayoría de mis coachees, después de pensarlo, responden: “Creo que sí”. Y es ahí donde empezamos a trabajar juntos, no para que yo te dé respuestas, sino para que te ayude a apuntar tu propia linterna hacia esos lugares incómodos, pero llenos de posibilidades.

Porque si no sabes qué es lo que realmente te incomoda, ¿cómo vas a solucionarlo?

Y tú, ¿qué harás con ese 1.36 % de tu tiempo? ¿Seguirás intentando enhebrar aguja e hilo cabalgando al galope sin detenerte? Quizás hoy sea el momento de parar, reflexionar y preguntarte, de verdad: ¿a dónde voy?

¿Cuándo es tu momento?

¿Estás esperando el momento perfecto? Te entiendo. A veces creemos que llegará con un gran anuncio, con señales claras y contundentes, pero la verdad es que el momento justo puede ser ahora, mientras lees esto, o quizás dentro de 5 años, en un instante en el que el ruido de fondo te haga detenerte y recordar estas palabras.

Las oportunidades nacen cuando tienes claro que no estás sólo en este camino. Porque cuando ese momento llega —hoy, mañana o en una década— es esencial que seas consciente de que tienes a tu disposición un activo valioso, un socio estratégico, que soy yo. Estoy y estaré aquí para ayudarte a construir ese instante clave y convertirlo en un punto de inflexión.

Tu momento no está condicionado al tiempo, lo está en las decisiones que tomes.

Hasta luego, nos vemos en TU momento.