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ESTUDIOS DE ABOGADOS: LOS 6 PASOS PARA CAMINAR HACIA EL FUTURO

Es posible que los directorios de los Estudios hicieran sus planificaciones para el año 2020 y que, hace unos meses, hicieran la del año 2021. El cambio probablemente ha sido dramático, no en cuanto a objetivos, que también podría ser, sino en cuanto a la forma de trabajar las proyecciones para la nueva realidad en la que estamos inmersos.

Creo que lo importante ahora mismo es centrarse en dónde estamos, en nuestra realidad. También pudo ser lo más aconsejable al momento de sentarse a planificar el año 2021, habernos centrado en “aquel ahora” que venía asociado a una incertidumbre “normalizada” como nunca enfrentamos. Entonces, ¿cómo enfrentamos el futuro?

La primera parte es con sentido común: es preguntarnos dónde estamos. La segunda, casi igual de obvia: ¿cuáles son nuestros objetivos? Es decir, dónde estamos y a dónde queremos llegar.

Para llegar a nuestro destino, nuestros objetivos, nuestra tercera tarea habrá de ser pensar acerca de los recursos con los que contamos, en el sentido de (i) ser conscientes de cuáles tenemos identificados –lo que sabemos que conocemos–,  (ii) trabajar en conocer aquellos que poseemos y no somos conscientes de ellos –lo que no sabemos que conocemos, o lo que no sabemos que poseemos– y, (iii) los más importantes, aquellos que ni siquiera somos conscientes de que no los tenemos –lo que no sabemos que no conocemos–  y podemos necesitar, porque significarían una diferencia. En definitiva, los puntos ciegos.

Si crees que no tienes puntos ciegos en tu Estudio, ese es tu punto ciego. Si no eres capaz de identificar las áreas de mejora dentro de tu organización, ese es tu punto ciego. Si no eres capaz de detectar áreas de mejora o necesidades de tu capital humano, ese es tu punto ciego. Si hay cosas que no sabes de tu negocio, ese es tu punto ciego. Si no sabes lo que tus clientes perciben de ti, de tu organización y tus servicios, ese es tu punto ciego. Pero si existen aspectos de tu Estudio, servicio o profesionales que tus clientes saben de ti y tú no sabes de ti mismo, ese es un punto muy ciego. Y todo junto se convierte en un obstáculo, uno de tantos, para llegar a tu objetivo.

Como cuarta tarea, podemos identificar más obstáculos, entre otros –los financieros los dejamos para otro momento– los logísticos, que han sido superados gracias a la tecnología. Curiosamente, ciertos temas que antes de la pandemia eran “Tabú” en muchos Estudios, como el teletrabajo, se implantaron, no implementaron, se implantaron –repito– de un día para otro. Este obstáculo tiene tanto de logístico como de empírico, por la resistencia al cambio, la aversión al riesgo, que enfrentaron de igual manera tanto los profesionales del sector legal como los clientes.  “Alguien” o “algo” nos ha tenido que mostrar a todos que la aversión al riesgo de que tu abogado no te reciba personalmente, o que no te visite en tu oficina, o que tú no vayas a la suya, ha desaparecido. Es paradójico que ahora ambos tienen “cierta” aversión a recibirse, a visitarse, a entrar en contacto. Eso antes era impensable, y ahora se experimenta con nuevas formas de hacer negocios, de relacionarse, de salir adelante, desde un punto de vista empírico. Ni que decir que, trabajar en casa y estar más de un año sin ver a tus colegas, era impensable.

Con todo lo identificado hasta ahora en mente, la siguiente tarea importante –la quinta– que hemos de asumir es la de ser conscientes de las consecuencias que se van a generar a partir de todo lo que vamos a hacer para llegar a nuestros objetivos. Existirán repercusiones a todos los niveles y debemos ser honestos y coherentes con aquello que decimos que queremos conseguir ¿Estamos dispuestos a asumir todo lo que puede venir por las decisiones que vamos a tomar?

Si la respuesta es positiva, el último paso –el sexto– pasa por las renuncias. Hay muchas cosas que hasta ahora nos servían de asidero para desarrollar nuestra actividad, nos daban seguridad y eran irrenunciables. Esas cosas es posible que queramos mantenerlas en nuestro destino, durante el viaje, como un talismán. Existen cosas que no van a poder ser mantenidas en el tiempo, y tampoco van a poder volver. No se puede tener todo, y en nuestro caso, para el futuro, debemos ser conscientes del peso que esa falta de renuncia va a suponer en nuestro equipaje. Paradigmas y creencias, que eran las nuestras hasta febrero del 2020, pueden ser un lastre para el 2021 y los años venideros. Nuestros mapas mentales habrán de cambiar, pues el entorno y los caminos lo han hecho igualmente, y las cosas ya no están donde antes creíamos que estaban.

En definitiva, hablamos del viaje que parte desde “el ahora” hacia “el dónde” queremos estar en un futuro lejano o no. Pero la pregunta que yo he empezado a hacerme recientemente y que también se la hago a los abogados con los que trabajo es: ¿para qué quieres estar ahí?

El “para qué” puede ser un “meta-objetivo”, un objetivo de objetivos. Puedes tener objetivos, los que quieras, pero el “para qué” te hace único en la búsqueda de lo que quieres conseguir, te hace singular, te hace diferente. Hay una cosa que no se puede imitar, por ejemplo la personalidad, eso te diferencia, diferenciará los proyectos en los que te embarques y diferenciará los objetivos que te marques y cómo los lograrás. Cómo piensas condiciona cómo sientes, cómo eres, lo que haces, cómo lo haces y el resultado. Antes de emprender algo deberías detenerte para tomar conciencia de para qué lo estás haciendo, esa es una pregunta tan poderosa, que puede cambiar tu realidad y abrirte muchas posibilidades, mostrando tu singularidad.

El secreto de todo el proceso es mantener tu esencia y, si no tienes muy claro cuál es, porque la velocidad a la que trabajas y vives no te lo permite, detente a pensar en ello y cuando lo sepas, comienza el camino.

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¿Adónde voy?
Una pregunta incómoda pero necesaria

A lo largo de mi carrera, he tenido muchas conversaciones con profesionales del derecho que, probablemente como tú, se han enfrentado a momentos de duda e incertidumbre. En estas charlas, me han compartido experiencias que se repiten más de lo que imaginas. Uno de ellos, por ejemplo, me confesó no estar seguro de si realmente disfrutaba su trabajo o si lo que sentía era simplemente el peso de un desgaste acumulado. Me dijo que, en ocasiones, no le gustaba cómo era cuando trabajaba: cómo reaccionaba, cómo se relacionaba con los demás, cómo parecía perderse en el camino. Y luego, compartió una frase que resuena con muchos otros profesionales: «No sé a dónde voy» .

¿Te suena familiar? Si es así, no estás solo. Muchos profesionales visionarios como tú, que día a día resuelven problemas complejos para sus clientes o diseñan soluciones para desafíos aún inexistentes, de puertas para adentro se sienten perdidos.

Hay un ruido de fondo constante, un malestar que aparece en los momentos de silencio: en casa, en el coche, en la cama. Ese ruido de fondo, casi imperceptible durante la vorágine del día a día, cobra fuerza cuando la actividad cesa. Es entonces cuando aparecen las preguntas, las dudas, la incomodidad de no saber si el problema está en lo que haces o en cómo te sientes mientras lo haces.

¿Te has detenido a escuchar ese ruido?

Ese ruido de fondo puede pasar desapercibido porque el ruido ambiental del trabajo lo solapa. Pero cuando el ruido ambiental baja, el de fondo emerge con fuerza. Si no lo escuchas, no lo analizas y no lo gestionas, puede llegar a un punto en el que se vuelva insoportable. Y cuando eso pasa, las consecuencias pueden ir desde el insomnio hasta una disminución en la calidad de tu trabajo y, en algunos casos, incluso en tu autoestima.

A veces, en conversaciones de coaching, mis coachees me dicen que culpan a su trabajo de cómo se sienten: “Es el trabajo lo que me está afectando”. Entonces les pregunto: ¿De verdad es el trabajo? ¿O es cómo te sientes cuando lo haces?

¿Te has detenido a reflexionar sobre esto?

Sé que detenerte puede parecer imposible. Me lo dicen todos: “Fernando, es que no tengo tiempo”. Y yo siempre respondo con números:

  • Si trabajas 10 horas al día durante 22 días al mes, eso suma 220 horas al mes.
  • Si dedicamos 45 minutos a la semana a una sesión de coaching, eso son 3 horas al mes.

Haz las cuentas: eso es apenas un 1,36% de tu tiempo mensual.

Entonces, te pregunto: ¿puedes dedicarte un 1.36 % de tu tiempo para detenerte, analizar, identificar y gestionar ese ruido de fondo? ¿Puedes permitírtelo para tomar el control y encontrar respuestas?

La mayoría de mis coachees, después de pensarlo, responden: “Creo que sí”. Y es ahí donde empezamos a trabajar juntos, no para que yo te dé respuestas, sino para que te ayude a apuntar tu propia linterna hacia esos lugares incómodos, pero llenos de posibilidades.

Porque si no sabes qué es lo que realmente te incomoda, ¿cómo vas a solucionarlo?

Y tú, ¿qué harás con ese 1.36 % de tu tiempo? ¿Seguirás intentando enhebrar aguja e hilo cabalgando al galope sin detenerte? Quizás hoy sea el momento de parar, reflexionar y preguntarte, de verdad: ¿a dónde voy?

¿Cuándo es tu momento?

¿Estás esperando el momento perfecto? Te entiendo. A veces creemos que llegará con un gran anuncio, con señales claras y contundentes, pero la verdad es que el momento justo puede ser ahora, mientras lees esto, o quizás dentro de 5 años, en un instante en el que el ruido de fondo te haga detenerte y recordar estas palabras.

Las oportunidades nacen cuando tienes claro que no estás sólo en este camino. Porque cuando ese momento llega —hoy, mañana o en una década— es esencial que seas consciente de que tienes a tu disposición un activo valioso, un socio estratégico, que soy yo. Estoy y estaré aquí para ayudarte a construir ese instante clave y convertirlo en un punto de inflexión.

Tu momento no está condicionado al tiempo, lo está en las decisiones que tomes.

Hasta luego, nos vemos en TU momento.