Estoy en mi zona de confort. No salgo de ella porque no me hace falta, es lo que quiero y estoy cómodo. Tengo lo que necesito, no tengo mayores problemas y yo controlo mi realidad. Luché mucho tiempo por conseguirla. De aquí no me muevo.
¿Puede ser lo que he escrito líneas arriba tu pasado más reciente? ¿Podríamos decir que a partir de marzo del 2020 nuestra zona de confort se difuminó?¿se volvió gaseosa, etérea e irreal?
Nos parecía irreal o ni siquiera nos parecía, pero se ha ido tornando real, una realidad aplastante. Una vez alguien me dijo “cuidado que esta no es tu realidad”. Es posible que la persona pensara en ese momento que la realidad, mi realidad, era la que había vivido hasta que todo cambió y que lo que ahora vivo es otra cosa “no real”, “pseudoreal” o “realidad transitoria”, pero que la verdadera, lo que considero “mi realidad” y, por lo tanto, lo que he de considerar en todo lo que haga, está en el pasado.
Pues no. Para mí, mi realidad ahora es ésta porque el pasado, pasado es, no se puede cambiar, sólo se puede aceptar y mirar hacia adelante. La realidad que vives es la que tienes frente a ti ahora mismo, en la que vives, respiras y trabajas. La que existe un efímero momento hasta que se torna pasado. Esa efimeridad es tan instantánea, que puede hacer que tu zona de confort, donde siempre te sentiste tranquilo, cambie sin ser tú consciente de ese cambio y te opongas a él sin tú saberlo; lo que implica resistencia, un consumo de energía baldío y malestar.
En ese momento comienzas a sentirte extraño en tu zona de confort, te sientes incómodo en tu comodidad, porque algo ocurrió de lo que no eres consciente y tu zona de confort construida para una realidad determinada, no satisface tus requerimientos para la nueva realidad que vives de la que no eres consciente. Puede que a manera de protección, como un instinto de supervivencia, no quieras ser consciente desde la intuición de que al serlo, te enfrentarás a una “caja de pandora”. Pero el hecho es que no te sientes bien y lo sabes. Ahora quizás sólo sea una molestia, pero es una piedra en el zapato, diminuta, pero ahí está. ¿Cuánto tiempo vas a tardar en detenerte y sacarla? ¿Qué consecuencias puedes enfrentar si no lo haces? ¿Estás dispuesto a aceptarlas? ¿Te resignarás?
En realidad te estoy hablando de la emoción desde la que afrontas lo que tienes delante de ti. En el artículo que publiqué sobre el Día de la Marmota (https://www.linkedin.com/pulse/el-coaching-y-d%C3%ADa-de-la-marmota-atrapado-en-tiempo-torrontegui-sola/ ), hablaba del bloqueo que sufríamos cuando no aceptábamos la facticidad de las cosas, lo que no podemos cambiar, y cómo nos relacionábamos con esa “no posibilidad”. Si nos quedábamos en esa relación, si nos revolvíamos dentro de ella una y otra vez, no podríamos disolverla para liberarnos. Para conseguir ese “disolver” habíamos de posicionarnos en una relación de aceptación para, desde ahí, entrar en la ambición de hacer y cambiar, de evolucionar.
Pues bien, desde la incomodidad que sentimos en nuestra zona de confort, desde la posibilidad de “lo que podemos cambiar” y desde una relación de oposición hacia esa posibilidad de cambio, es que nos encontramos con la resignación, emoción que aparece cuando identifico que hay cosas que puedo cambiar, pero me opongo a ello. Sé que existe una nueva realidad, sé que la que fue “mía” ya pasó, no existe, ya no es la mía, y sé que tengo que hacer cambios para que mi zona de confort esté en coherencia con la nueva realidad y volver a sentirme cómodo en mi comodidad.
Para sentirte cómodo en tu nueva comodidad, en tu nueva zona de confort coherente con tu nueva realidad, habrás de ser ambicioso. Y ¿qué hacer cuando eres ambicioso? ¿actúas o esperas?
Pues eso.