¿Os habéis sentido alguna vez perdidos, o en una temporada que en vez del “Día de la Marmota”, parece el Año de la Marmota? Todos los días son iguales y os sentís atrapados en el tiempo. Seguro que en todo este tiempo, año 2020 y lo que llevamos del 2021, no lo habéis pensando, yo tampoco…
Pero lo importante es aprender a salir del dichoso día, y lleva tiempo. En la película en la que Bill Murray hace de Phil Connors ––El Día de la Marmota––, vivía el mismo día una y otra vez, intentando de todo para salir de ese bucle de tiempo. El despertador sonaba a la misma hora todos los días con la misma melodía, y todo se desarrollaba igual. Trató de quitarse la vida de diferentes maneras, pero al día siguiente despertaba de nuevo a la misma hora, estaba atrapado en el tiempo. Finalmente, os la hago corta y os animo a ver la película, tuvo que ser consciente de lo que estaba ocurriendo, luego aceptarlo, ver las posibilidades que se abrían ante él en cada momento, fruto de aceptar que se equivocaba cada día en algo distinto, y avanzar.
Phil era un auténtico cretino, pero a medida que iba aprendiendo día a día cómo avanzar superando los errores del día anterior, empezó a descubrir cosas de él mismo que no sabía que sabía. El resultado fue que por fin consiguó salir del ciclo de la Marmota y, cuando lo hizo, ya no era el mismo, cambió, era mejor.
Pero tuvo que aceptar que su anterior “vida”, en la que se comportó como un estúpido, no podía ser cambiada. No podía volver al pasado y cambiarlo, aunque quisiera. Aceptó el pasado, no se opuso a él.
Phil había cambiado, no era una persona diferente, sino que aprendió a mirar su entorno de una manera distinta ante la oportunidad que le dio el destino de vivir una y otra vez el mismo día. ¿Cambió su forma de ser o cambió cómo se comportaba?
El estado de ánimo en el que Phil se encontraba el primer “día marmota” era muy distinto al que tenía cuando por fin el hechizo se disolvió.
Dependendo de cómo nos enfrentemos a los juicios que nosotros mismos emitimos acerca de lo que nos ocurre, podremos encontrarnos en un estado de ánimo u otro.
Rafael Echevarría, en su libro “Ontología del Lenguaje” habla de cuatro estados de ánimo básicos: resentimiento –yo lo llamo de oposición––, resignación, aceptación y ambición. Esos cuatro estados de ánimo los relaciona con los hechos de la vida y el dominio de posibilidad, las cosas que nos pueden pasar, las que podemos provocar, en definitiva las puertas que se nos abren o que nosotros nos abrimos.
Bien, los hechos de la vida en mi forma de intrerpretar lo que desarrolla Rafael Echevarría, son aquellos que no vamos a poder cambiar, son hechos fácticos, lo que llama “el dominio de la facticidad”.
Cuando la forma de relacionarnos con ese “hecho” que no va a cambiar por más que querramos ––que nuestro cuerpo envejece, que la vida es finita y que el pasado no se puede cambiar, por ejemplo –– es no aceptarlo, nos pasa como a Phil, que los primeros días se desesperaba porque nada cambiaba, y no hacía nada, su actitud era de dejar pasar el tiempo, enfadado, frustrado, desagradable con todo el mundo, aunque ya lo era de por sí. Estaba en “ estado de oposición”. Era un hecho que cada día era el mismo, pero él se negaba a aceptarlo y entraba en un círculo vicioso del que no salía. Su comportamiento en la vida anterior tenía ahora consecuencias, y las personas no lo querían a su lado. Como no podía salir, intentó escapar por otra vía, el fin de su vida.
Más tarde, aceptó que eso era así, ya no luchaba ni se desesperaba, sino que salía a la calle, y no se oponía a la realidad, la fue aceptando, hasta que estuvo en paz. Una vez en paz, cambió su forma de ver las cosas, lo que ocurría a su alderedor, observaba posibilidades de mejora en su entorno, y entendió que esas mejoras las podía provocar él. Algunas de las cosas que quería cambiar iban en beneficio propio, como conquistar a su compañera Rita ––Andie MacDowell ––, pero poco a poco tomó conciencia de que si modificaba su comportamiento para con los demás, cosas buenas sucedían. En ese momento su estado de ánimo pasó de oposición a ser uno de “ambición”, empezó a sentirse ambicioso con las posibilidades que se abrían ante él y las consecuencias de sus acciones sobre el bienestar de las personas que, sin él saberlo, empezaron a importarle. Comenzó a hacer, a accionar.
En el momento que aceptó la facticidad de su situación y encontró la tranquilidad, estuvo en condiciones de mirar, ver y observar, para poder diseñar acciones y tomar decisiones, en base a las posibilidades que se le presentaban, las puertas que se le abrían. Aceptó que podía cambiar las cosas y fue ambicioso, quería provocar ese cambio.
¿Cómo lo hizo? Empezó a ofertar su ayuda y a perdirla igualmente. Hizo promesas y las cumplió. Se propuso diseñar acciones que cambiarían la realidad de las personas y la suya propia.
Ahora tú: ¿Identificas qué es aquello que no te deja avanzar?, ¿qué es aquello a lo que te opones?, ¿qué no aceptas aunque no puedas cambiarlo, porque no depende de ti? Entonces: ¿Para qué seguir en esa batalla?, ¿para qué seguir golpeándote con ese muro si con un paso lateral lo puedes dejar atrás?, ¿qué ganas? y ¿qué dejas de ganar?
En el momento que dejes a un lado el muro, que aceptes que no lo vas a poder atravesar o derribar, en ese momento es cuando se te abrirán todas las posibilidades ante ti y podrás elegir. En ese momento abrirás puertas para ti y los tuyos, y podrás avanzar.
Phil consiguió a Rita, y Rita por fin conoció a un Phil distinto.
Sé consciente de dónde estás, de las pueertss que se te abren o no, dependiendo si aceptas y eres ambicioso o, por el contrario, si prefieres seguir matándote con el muro y no vivir tu vida, anclado en la oposición.
El coaching me enseñó a ver todo desde un punto de vista distinto, y conseguí aceptar y ser ambicioso. Da resultado. A mi me lo ha dado. No me atrapa el tiempo.